Nos estamos volviendo adictos a las redes sociales

Nos levantamos y lo primero que hacemos es comprobar si tenemos alguna notificación en el teléfono móvil. Unos cuantos “me gusta” de la última foto subida, dos mensajes nuevos y algún que otro correo electrónico ofertando destinos turísticos nos dan los buenos días. Una gran dosis de redes sociales de buena mañana y sin haber tomado siquiera un café.

En ocasiones, miramos antes el teléfono móvil que a la persona que tenemos al lado; triste, pero cierto.

¿Qué nos está pasando? ¿De dónde viene esa dependencia, creada por nosotros mismos, de estar constantemente en línea?

De alguna manera, sentimos la necesidad de compartir hasta el mínimo detalle: desde las nuevas zapatillas que nos han regalado, hasta el batido de plátano tan rico que hemos preparado, eso sí, siguiendo la receta que hemos encontrado en algún blog de cocina saludable.

Y si no compartimos algo, nos pasamos un buen rato revisando lo que han compartido nuestros amigos y conocidos, porque no vaya a ser que haya ocurrido algo en las últimas tres horas y nosotros nos estemos al corriente. ¿Nos interesa? Lo más seguro es que no. ¿Nos ayuda a matar el tiempo? La verdad es que sí… Y es que parece que cualquier momento breve de nuestra vida cotidiana, que a simple vista pueda parecer “vacío de contenido” es perfecto para dedicarlo a revisar las redes sociales.

De camino al trabajo, en el tren o en el metro, en el cuarto de baño o en la cafetería mientras esperamos a ese amigo que siempre llega tarde. En fin, son miles los momentos en nuestro día a día que se llenan fácilmente con el uso de las redes sociales o simplemente navegando en Internet. No lo hacemos por necesidad, o porque queramos informarnos de algo en concreto; simplemente lo hacemos porque nos hemos acostumbrado a ello y parece que evitemos el “estar sin hacer nada”.

¿Se aprovechan las empresas de nuestro enganche a las redes sociales?

Sabemos que no vamos a comprar el último modelo de la aspiradora sin cable más moderna del mercado y tampoco necesitamos ese sillón con masaje wellness para el salón, pero aun así le dedicamos tiempo e incluso comparamos precios. De un producto pasamos a otro sin ni siquiera enterarnos, y es que son muchos los que recurren a las redes sociales para buscar todo tipo de servicios y productos.

La mayoría de empresas se aprovechan de ello para publicitarse, como por ejemplo son las empresas de viaje, que ofrecen viajes gratuitos para dos personas a lugares exóticos; las casas de apuestas, presentando sus bonos sin depósito para atraer a nuevos clientes, o las empresas de moda. Estamos rodeados de publicidad donde quiera que naveguemos y en muchas ocasiones ni siquiera nos damos cuenta, bien porque no nos fijamos o bien porque estamos ya tan acostumbrados a verlo, que lo damos por sentado. Que tire la primera piedra el que no haya acabado comprando algo que realmente no necesitaba porque le apareció como sugerencia en alguna sección de una página web o como correo publicitario.

No podemos negar que las redes sociales han cambiado la manera en que nos comunicamos y relacionamos. Ya no llamamos a esa buena amiga de la universidad para felicitarla personalmente por su cumpleaños, ni mucho menos le enviamos una felicitación por correo (en papel, a su dirección, escrita a mano… ¡qué locura!), ahora simplemente compartimos una foto con ella en nuestra red social preferida, le añadimos un texto de felicitación estándar y que se dé por felicitada. ¿Tanto nos cuesta dedicar un par de minutos en llamar, o al menos, en escribir algo personal y con sentimiento? Será que con tanta red social nos hemos vuelto menos sociales…tremenda ironía.

Nuestro día a día en las redes sociales

De la misma manera, ya no disfrutamos de las fiestas, los conciertos o las comidas con amistades como lo hacíamos antes. Ahora preferimos grabarlo y compartirlo, que disfrutar al máximo del momento y darle toda nuestra atención. Más de una y dos veces habrás visto en televisión retransmisiones de conciertos y, honestamente, más que un concierto de música parece una quedada para enseñar los teléfonos móviles.

Claro que nos encanta inmortalizar los momentos que nos hacen sentir bien, ya sea con amigos, con nuestra pareja o en familia; pero ¿no es más importante dedicarles nuestro tiempo a ellos de una manera real que subir una foto diciendo cuánto les queremos? A veces parece que tengamos la necesidad de hacer saber a nuestros cientos de seguidores que amamos a nuestra pareja, que nos va genial en lo profesional, que viajamos como el que más o que nos han regalado para nuestro cumpleaños los auriculares inalámbricos que están de moda.

Muchas veces lo compartimos por mero aburrimiento o porque “picture or it didn´t happen”, pero otras veces, detrás de estos comportamientos se esconde una cruda realidad: llamadas de atención de alguien que se siente solo y necesita la afirmación de los demás de que todo le va bien y de que su vida es idílica. Nada más lejos de la realidad, ya que se trata de un comportamiento nada sano y que, en lugar de ayudarnos, nos encierra más en ese círculo vicioso de dependencia virtual del que muchos usuarios empiezan a sufrir las consecuencias.

Sin darnos cuenta, nuestro cerebro está sometido constantemente a la recepción de estímulos, ya sean imágenes o sonidos, los cuales no es capaz de procesar en su totalidad al mismo tiempo. Así que si alguna vez te has preguntado por qué te cuesta conciliar el sueño o por qué has soñado con algo que has visto recientemente en redes sociales, ya tienes la respuesta. Probablemente sea tu cerebro procesando toda esa información que le has introducido de una forma un tanto abusiva y para la que no estaba del todo preparado.

Como todo en esta vida, las redes sociales tienen su lado positivo y negativo, y dándole un uso responsable nos pueden ayudar a mejorar nuestras relaciones laborales, personales e incluso contribuir a una mejor calidad de vida. Seamos lógicos y coherentes y hagamos que las redes sociales nos hagan avanzar y que su uso sea una opción, no una necesidad.

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