¿Cómo demonios enseñas algo que cambia todos los días?
Esta semana, al terminar una conferencia, una persona se acercó y me lanzó una pregunta sincera:
—Luis, ¿cómo me entero de lo nuevo en Inteligencia Artificial?
Me reí.
No por burla. Por empatía.
Le dije: “Ya no basta con tomar un curso. Ya ni los tutoriales te salvan. Ahora dependes de ti. Te tienes que clavar. Tienes que meterte en serio”.
Y es cierto.
Porque la herramienta que aprendes hoy, mañana ya cambió. Se actualizó. Desapareció. O salió una mucho mejor.
Ahí fue cuando empecé a hablar de la academia.
¿Cómo demonios diseñas un plan de estudios en una disciplina que muta cada semana?
¿Y cómo mantienes vigente una licenciatura, si los estudiantes ya llegan con herramientas más actualizadas que las del temario?
No hay receta mágica.
Pero sí hay una clave: el aprendizaje continuo.
Y no me refiero a solo “tomar cursos”, sino a una actitud mental.
Aprender a aprender. Eso. Como mantra.
Además, tres habilidades deberían ser obligatorias en cualquier aula hoy:
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Aprenderle a hablar a las máquinas (prompting).
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Leer datos como quien lee un libro: con intención.
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Mantener la curiosidad viva.
Y entonces me preguntaron:
—¿Eso lo están enseñando en las universidades?
Y ahí fue cuando solté lo que nadie quiere decir en voz alta:
“La Inteligencia Artificial en la educación en México es una gran promesa… pero también una deuda pendiente.”
¿La IA puede personalizar el aprendizaje o es puro cuento?
No es cuento.
Sí puede.
Y lo está haciendo.
En Dialnet lo explican clarito: la IA tiene el poder de adaptar contenidos y ritmos a cada estudiante. Como si tuvieras un tutor personal, pero que no se cansa y no cobra por hora.
En México, donde cada aula es un universo distinto —multigrado, bilingüe, a veces sin internet—, esto puede ser un cambio total.
Imagina un sistema que detecta que a Mariana se le dificulta el álgebra pero va volada en química.
Y le ajusta el contenido. Le da más ejercicios. Le explica de otra manera.
Eso es oro molido en un salón con 40 estudiantes y una sola maestra.
Pero no es magia. Ni es automático.
Requiere implementación. Infraestructura. Capacitación.
Y sobre todo, voluntad.
¿Qué está haciendo México con la Inteligencia Artificial en la educación?
Te lo digo directo: unas cosas muy buenas… y otras muy lentas.
Hay instituciones que sí se están moviendo. El Tecnológico de Monterrey tiene su propio sistema, TecGPT, que da información, guía inscripciones y está a punto de volverse una biblioteca digital gigante.
La UNAM está haciendo jornadas y eventos para integrar la IA al aula. Ya entendieron que esto no es moda, es urgencia.
Y la EBC (Escuela Bancaria y Comercial) capacitó a más de 800 docentes para que usen IA generativa en clase. Hasta crearon un marco con directrices. Eso es pensar en grande.
Incluso hay proyectos como Planeabot, un bot que funciona por WhatsApp y ayuda a los profes a hacer sus planeaciones. Ya lo usan más de 10 mil docentes.
Eso está bien.
Pero eso no es todo México.
¿Y qué pasa con las escuelas que no tienen ni internet?
Aquí es donde duele.
Porque no se puede hablar de la Inteligencia Artificial en la educación en México sin hablar de la brecha digital.
En comunidades rurales, no hay wifi. A veces ni luz.
¿Cómo vas a implementar IA ahí?
No puedes.
En La Jornada Morelos lo resumen bien: hay dos velocidades. Escuelas que están volando con tecnología… y otras que siguen luchando con lo básico.
Y no solo es infraestructura.
Es capacitación docente. Equipo. Visión.
Porque incluso en zonas urbanas, muchos profes tienen miedo a la IA. Y con razón.
Les cambiaron el juego. Les metieron herramientas que suenan futuristas y nadie les explicó cómo usarlas.
No hay acompañamiento.
Y lo peor: sienten que los quieren reemplazar.
Spoiler: no los van a reemplazar.
La IA no da abrazos. No entiende miradas. No detecta si un niño llega triste a clase.
Ese es el superpoder del docente. Y nadie se lo puede quitar.
¿Qué tendría que enseñar la escuela del futuro?
Voy a decir algo que quizá suene raro:
“La escuela ya no puede enseñar cosas estáticas. Tiene que enseñar a moverse con lo cambiante.”
Eso significa:
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Aprender a aprender.
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Saber usar herramientas nuevas.
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Y entender cómo piensan las máquinas.
El IMCO dice que México no puede quedarse atrás. Que urge una estrategia clara para usar la IA con propósito.
Pero no solo es hacer leyes o comprar computadoras.
Es cambiar el chip.
La Inteligencia Artificial en la educación en México no va a funcionar si seguimos enseñando como hace veinte años.
Necesitamos enseñar a pensar. A preguntar. A experimentar.
Y sí: a equivocarse.
Porque en el mundo de la IA, equivocarte rápido es una ventaja.
¿Qué se está haciendo bien?
Te cuento tres casos que me gustan mucho:
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Innova Schools México usó la plataforma Leah para evaluar el nivel de inglés de 2,000 estudiantes… ¡en una semana! Sin sesgos. Sin papeleo.
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Gradescope, que usan varias universidades, automatiza la revisión de exámenes. Analiza patrones, califica, y da retro en minutos. Lo que antes tomaba días.
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La EBC creó una red colaborativa para que los profes compartan cómo usan la IA. Y no se sienten solos. Porque nadie debería sentirse solo en este cambio.
Estos ejemplos muestran que sí se puede.
Pero se necesita voluntad. No esperar a que venga alguien de fuera a resolverlo todo.
La Inteligencia Artificial en la educación en México tiene que ser una iniciativa desde adentro.
Desde los salones. Los profes. La gente.
¿Y qué viene para el 2030?
Bill Gates lo dijo así:
“La IA cambiará cómo se enseña y se aprende.”
Y tiene razón.
Vamos hacia un sistema donde el aprendizaje será:
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Personalizado.
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Multilingüe.
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Híbrido (presencial + remoto).
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Más visual.
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Más rápido.
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Más humano… si lo hacemos bien.
La UNESCO en México habla de una visión esperanzadora: una educación humanista, inclusiva y científica.
¿Suena utópico?
Tal vez.
Pero no imposible.
Hay que construirlo. Con pasos. Programas. Formación docente. Inversión.
Y sobre todo, con ganas.
En pocas palabras…
La Inteligencia Artificial en la educación en México es una gran oportunidad.
Pero también es un reto.
Requiere reentrenar a los profes. Rediseñar los planes. Y repensar qué es aprender en esta era.
Porque el futuro no va a esperar a que las aulas se actualicen.
La pregunta es: ¿vamos a reaccionar tarde… o vamos a adelantarnos?
Yo creo que podemos adelantarnos. Si nos metemos. Si nos clavamos.
Como le dije a esa persona en la conferencia:
“Ya no es cuestión de cursos. Es cuestión de actitud.”
¿Te interesa este tipo de reflexiones?
Yo mando un mail diario a las 3:30 p.m.
En dos minutos te pones al día.
Hablo de productividad, de IA, de lo que está pasando… y todos los días trato de vender algo.