¿Qué pasa cuando te ponen un implante en el cerebro?

“¿Te imaginas mover el cursor con la mente?”

(Noland ya no lo imagina. Lo hace. Literal.)

Quizá de los primeros temas que me llamaron la atención cuando empecé en esto de la tecnología fue el rollo de meterse chips en el cuerpo.

¿Futurista?
Sí.
¿Raro?
También.

Me acuerdo bien.
Estaba en la universidad, y entre lecturas, proyectos y desvelos, terminé entrevistando a Kevin Warwick por mail.
Sí, ese científico británico que fue de los primeros en ponerse un chip en el brazo para abrir puertas y controlar luces con la mente.
Como si fuera Magneto, pero más geek.

Lo que me dijo en ese entonces fue claro: “No lo hago por moda, lo hago para entender cómo puede evolucionar nuestra relación con las máquinas”.

Lo que no sabíamos es que años después íbamos a estar hablando de implante en el cerebro.
Literal. No en el brazo.
En el cerebro.

Y no en una peli de ciencia ficción.
En la vida real.
Con nombre y apellido.

¿Quién es Noland Arbaugh y por qué está haciendo historia?

Se llama Noland.
Treinta años.
Fan del ajedrez.
Nació en Arizona.
Y en 2016, su vida cambió para siempre.

Un accidente de clavado lo dejó paralizado del cuello hacia abajo.

Desde entonces, pasaba los días en cama.
Por el calor extremo de Yuma y porque sentarse le causaba espasmos.
Para usar una tablet, necesitaba un palillo en la boca.
Y si se le caía… adiós privacidad, adiós independencia.

Pero en enero de 2024, Neuralink lo eligió para probar el primer implante en el cerebro.
Una interfaz cerebro-computadora llamada Telepathy.

Sí, la empresa de Elon Musk.
Sí, ese Elon.
El de los cohetes, los autos, los memes y ahora… los chips neuronales.

¿Qué hace exactamente este implante en el cerebro?

El chip se lo pusieron en la corteza motora izquierda.
Traducción simple: el área que controla los movimientos de la mano derecha.

Entonces, aunque su cuerpo no se mueve, su cerebro sigue generando señales.
Y el chip las capta.
Y las transforma en acciones en una computadora.

En la entrevista que le dio a Wired, lo explica perfecto:
“Antes, si se me caía el mouth-stick, tenía que esperar a que alguien lo recogiera. Ahora, solo pienso en mover el cursor… y lo hago.”

Sí.
Lo hace con la mente.
Nada de teclados, ni voz, ni sensores externos.

Solo piensa y actúa.
Como superpoder.
Pero versión 2025.

¿Esto solo sirve para mover el mouse?

No.
Sirve para recuperar la vida.

Gracias al implante en el cerebro, Noland volvió a tener rutinas.
De lunes a viernes pasa cuatro horas conectándose con el equipo de Neuralink.
Son sesiones de calibración.
Entrenan el sistema para hacerlo más preciso.

Pero el resto del día lo usa para lo que realmente importa:
Juega ajedrez.
Estudia francés y japonés en Duolingo.
Se echó horas enteras de Civilization VI.
Y volvió a estudiar matemáticas.

En Computer Hoy cuentan que incluso ha roto récords de velocidad con el cursor.
Y que juega partidas de ocho horas seguidas sin ayuda.

Pero más allá de lo técnico, hay algo brutalmente humano en todo esto.
Volvió a sentir que tenía control sobre su tiempo y sobre su historia.

¿Qué tanto le cambió la vida este implante en el cerebro?

Mucho.
Demasiado.

En New Mobility, Noland cuenta algo que parte el alma:
“Antes, mi mamá tenía que ayudarme a mover la silla cada vez que quería usar la compu. Ahora, ella puede cocinar tranquila mientras yo leo mis mensajes”.

Esa frase pesa.

Porque no solo es mover el cursor.
Es dejar de sentirse una carga.
Es recuperar tu espacio.
Tu autonomía.
Tu poder de decisión.

El chip, al que llama “Eve”, no solo le dio funciones.
Le devolvió identidad.

Volvió a sentirse persona.
No paciente.
No problema.
Persona.

¿Y si el chip falla?

Buenísima pregunta.
Porque sí, falló.

Un mes después de la cirugía, algunos hilos se soltaron.
Eso redujo el rendimiento.

Pero en BBC explican que el equipo de Neuralink no se quedó de brazos cruzados.
Ajustaron el software.
Modificaron el algoritmo.
Y lograron recuperar buena parte de la funcionalidad.

No fue perfecto, pero sí funcional.
Y sobre todo, transparente.

En Big Technology, Noland dice que eso le dio confianza:
“Sabía que estaban comprometidos a mejorar, no solo por mí, sino por todos los futuros usuarios”.

Eso también es tecnología:
Escuchar.
Ajustar.
Evolucionar.

¿Es esto solo una historia bonita o un cambio de paradigma?

Las dos cosas.

Porque sí, suena bonito.
Pero también estamos hablando de algo gigante.

En National Geographic, explican que este chip tiene 64 hilos ultrafinos y más de 1,000 electrodos.
Captan picos neuronales.
O sea: los impulsos eléctricos del cerebro que indican intención de movimiento.

Y con eso, el sistema aprende.

Noland y los ingenieros tuvieron que “enseñar” al algoritmo.
Como enseñarle a caminar a un niño.
Paso a paso.
Error tras error.
Logro tras logro.

Y cada sesión genera datos valiosísimos para futuras aplicaciones.
Es un caso de estudio en tiempo real.

¿Qué sigue para los implantes cerebrales?

Esto es apenas el comienzo.

Según Neuralink, el plan es expandir las funciones.
Controlar prótesis.
Recibir retroalimentación táctil.
Mover un brazo robótico.
Sentir la presión de una mano.

Ese es el “santo grial” para muchas personas con discapacidad motriz.
Sentir de nuevo.
Interactuar.
Conectar.

Además, Noland ya es una especie de embajador de la tecnología.
Colabora con la Christopher & Dana Reeve Foundation.
Da entrevistas.
Participa en foros.
Explica su caso.

Y lo deja claro:
No quiere ser el centro de atención.
Quiere abrir la puerta para que otras personas tengan acceso.

¿Y Elon Musk qué papel juega?

Sí, es el fundador.
Le puso dinero.
Sí, hace show.

Pero esto no va solo de él.

En Scientific American y The New York Times, hay reportes detallados que muestran tanto los avances como las dudas éticas.

Hay entusiasmo, sí.
Pero también escepticismo.

Porque un implante en el cerebro no es cosa menor.
Requiere pruebas.
Estudios a largo plazo.
Y reglas claras.

Pero mientras eso avanza, Noland sigue ganando partidas de ajedrez.
Estudiando idiomas.
Y planeando su regreso a la universidad.

¿Esto es solo para gente con parálisis?

Por ahora, sí.
Pero no por mucho tiempo.

La ciencia avanza.
Y lo que hoy parece exclusivo, mañana será común.

Como cuando los smartphones eran un lujo.
Como cuando el WiFi sonaba a ciencia ficción.

Lo que está pasando con el implante en el cerebro es lo mismo.
Parece que está muy lejos.
Pero en realidad… ya está aquí.

Y tú, ¿te vas a esperar a que sea mainstream para entender cómo funciona?
¿O te vas a subir al tren antes de que te lo cuenten en TikTok?

¿Quieres seguir entendiendo lo que viene?

Yo mando un mail todos los días a las 3:30 PM.
Te lo lees en dos minutos.

Hablo de tecnología, productividad, inteligencia artificial…
Y sí, todos los días intento venderte algo.
Porque esto también es negocio.

No tienes que quedarte para siempre.
Pero si te vas, al menos sabrás qué te estás perdiendo.

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