Yo pensaba que esto iba a pasar en 2030…
Pero Nueva York se me adelantó.
Siempre vi la idea de ponerle reglas claras a la inteligencia artificial como un plan lejano. Una fantasía para calmar a quienes temen que un robot les quite la chamba mañana mismo.
Pues hoy no es fantasía. Es política. Es casi ley.
Nueva York está a un paso de firmar la Regulación de la IA en NY, la primera en Estados Unidos que pone en cintura a OpenAI, Google, Anthropic y compañía.
Y no es un regaño simbólico: hay multas de hasta 30 millones de dólares para quien ignore las reglas, tal como detalla TechCrunch.
¿Quién se atrevería a hacerse el loco?
¿Por qué importa la Regulación de la IA en NY?
Porque Nueva York no es cualquier estado.
Es un monstruo económico, político y mediático.
Si dicta normas, los gigantes de la IA tienen dos opciones:
-
Se adaptan.
-
Se largan.
El representante demócrata Alex Bores fue claro, según reporta Open Tools AI: no hay razón económica válida para que se vayan. Las reglas no matan la innovación; la orden es simple: transparencia o billete.
En otras palabras: jueguen limpio o paguen caro.
Lo interesante es que esto puede ser contagioso.
California, el hermano cool, ya lo intentó y fracasó: su propuesta SB 1047 fue vetada. Pero como recuerda el NY Senate, Nueva York se sube al ring para demostrar que sí se puede.
¿Qué hace diferente a esta ley?
Para empezar, su nombre rimbombante: Ley de Seguridad y Educación Responsable en IA (RAISE).
Su objetivo: poner correa a los modelos frontera. Esos sistemas entrenados con millones de dólares y tanto poder de cómputo que a veces ni sus creadores saben todo lo que hacen.
No persiguen a la universidad chiquita ni a la startup de garaje. Persiguen a los gigantes. A los que entrenan modelos con costos que superan los 100 millones de dólares, como define claramente DataGuidance.
Y si algo sale mal, tienen 72 horas para avisar. Así lo exige la ley: reportar incidentes de seguridad a la fiscalía y a la División de Seguridad Nacional.
¿Y qué se considera un incidente? Según Multistate AI, desde que la IA actúe sola y haga cosas que nadie pidió, hasta filtraciones de los archivos más secretos o hackeos que permitan usar el modelo sin permiso.
Si el chisme escala —perdón, el incidente— y hay riesgo de 100 muertes o mil millones de dólares en daños, no hay excusas. Hay que reportar.
¿Va a frenar la innovación?
Esa pregunta persigue a toda regulación.
¿Reglas significan ideas muertas?
Para el Nobel Geoffrey Hinton y el pionero Yoshua Bengio, no. Ambos apoyan la Regulación de la IA en NY porque saben que esta tecnología es tan poderosa como impredecible, como destaca TechCrunch.
El senador Andrew Gounardes lo resumió bien: la ventana para ponerle freno se cierra rápido. Si la dejamos cerrarse del todo, veremos a la IA decidir por nosotros y despedirnos por correo. Sin opción de reclamo.
¿Será la Regulación de la IA en NY el plan piloto para otros estados?
Probablemente.
Este experimento va a poner nerviosos a muchos.
Si funciona —es decir, no ahuyenta empresas y sí evita accidentes—, otros estados copiarán el libreto.
Y lo más jugoso: la Casa Blanca podría quedarse sin excusa para no copiarlo a nivel federal.
No sería menor: por primera vez, laboratorios privados tendrían la obligación legal de abrir la cortina y decir qué protocolos usan y cómo corrigen errores. Sin secretos de Estado.
El City Journal destaca que esto convierte a Nueva York en pionero: regula sin matar la innovación, pero sí poniendo candados fuertes.
Hoy la Regulación de la IA en NY no es solo un texto en papel: es una puerta que se abrió. Y es difícil volver a cerrarla.
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Nos leemos mañana.
